miércoles, 6 de noviembre de 2013

Hasta debajo de las piedras



El ancestro que sueña a nuestros hermanos, el auténtico dueño de los animales, manda llamar una mañana al encargado de la mensajería y paquetería sagrada: persona zopilote. Un experto volador, capaz de recorrer largas distancias sin necesidad de mover demasiado sus enormes alas, ya que conoce muy bien la danza del aire que el fuego levanta. Los caminos invisibles del cielo.
La misión que se le encomienda a persona zopilote parece muy sencilla: llevar un canasto ceremonial a un altar. 
El zopilote recibe el canasto y está a punto de despegar, cuando el dueño de los animales le dice que es muy importante que no abra el canasto por ningún motivo. Hay un animal muy peligroso el que viaja ahí encerrado.
En pleno vuelo la curiosidad empieza a atormentar su calva cabeza, -¿Qué animal puede estar dentro, si esto no pesa casi nada? Se desorienta por instantes pensando, empieza a imaginarse olores. Entonces decide levantar la tapa del canasto y para su sorpresa parece que no hay nada ahí, pero el pequeño, mañoso y caprichoso alacrán estaba agarrado a la tapa y se escapa. En ese instante retumba la voz del dueño de los animales: "Zopiloteee ¡te dije que no lo abrieras, ahora encuentra esa alimaña!"
Pero en tierra, el zopilote no es tan hábil y aunque persigue con gran dedicación al hermano alacrán, hurgando con su pico las cortezas y zacates, no consigue atraparlo. 
Lo busca hasta por debajo de las piedras.
Los alacranes ahora pueden aparecer y picarnos sin motivo aparente, o bien porque no nos fijamos y los espantamos. Pero por lo regular su veneno de fuego nos recuerda algún compromiso que tenemos pendiente, así que es mejor acudir al altar y agradecer antes de que nos sorprenda un doloroso memorandum.

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