miércoles, 7 de mayo de 2014

Cazadores de luz (primera parte)


Madrugada, una cueva en las planicies del Sur. Un joven cazador despierta y saborea las imágenes de su sueño: flores resplandecientes se asoman y danzan en las montañas del Norte. Prepara sus morrales y comienza a caminar -a volar. Quiere capturar el canto de esas flores, el canto de la luz. Encanto.

Cuando se aproxima al primer nido, lo que mira es una vela encendida, toda una familia de velas encendidas, personas flor con sus rostros grabados con dibujos de agua y sol. Son a un tiempo flores, mujeres, niños y hombres, miradas de estrella, cantan, danzan y tocan sones antiguos en instrumentos de madera, que también resplandecen.

Esta familia le da la bienvenida al cazador, lo alimenta y le pide que despliegue las trampas que trae en los morrales, con flores toman agua de manantial de una hermosa jícara y bendicen estos objetos. "Sabemos que vienes a cazarnos, ahora te vamos a pedir que nos atrapes caminando con nosotros, para que todos recuerden como hemos rezado en estos tiempos".

El cazador ha sido atrapado por un sueño vivo, el fuego de esta familia brilla ahora en su corazón, pues así pasamos la llama del sol a las velas -katira- y de una vela a otra. En cinco tiempos.

El cazador está sorprendido, su instinto le dice que todo está bien, pero no se había sentido cazado antes, y menos por un racimo de flores que cantan y danzan. Se acerca a los árboles más altos para sentarse un rato a respirar. En voz alta pregunta ¿qué esta pasando? ¡necesito consejo! Sus ojos muy abiertos perciben que algo se mueve cerca de él. Un venado joven le responde: yo te voy a acompañar, la verdad, no confío en tí, porque soy mestizo y me cuesta, pero te voy a mostrar a cada paso lo que necesitas para esto que te espera. Cuando te distraigas a la mejor te doy un tope, no me lo tomes a mal.

(continuará)

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